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martes, 13 de septiembre de 2011

Un día cualquiera IV

Última parte de esta serie.

Cuando llega este momento, pasar de la gente, alcanza nuevos niveles. En eso soy todo un profesional, debería añadirlo en el curriculum.

Durante horas he repetido las mismas frases haciendo que pierdan todo su sentido. Ya no escucho a nadie que esté al otro lado. "¿Me quiere escuchar?" es algo que oigo constantemente. Me he llamado de tantas formas diferentes, que ya no sé cuando hablan conmigo o reflexionan en voz alta.

No ha llegado la hora de irse pero yo ya he dejado de trabajar. Ahora las equivocaciones sí son por mi culpa.

De repente, alguien susurra algo y todos se levantan. Ha pasado otro día.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Un día cualquiera III

Botellas de agua alternadas con café. El baño es mi segundo hogar.

Hace tiempo que el reloj se quedó parado. Llevo viendo la misma hora no sabría decir cuanto. Puede que debería dejar de ver los ordenadores de los demás. Ni los nombres estrambóticos ni las chorradas de los que están al otro lado me hacen gracia ya. Sólo pienso en irme.

No paro de pedir perdón por unas equivocaciones que no son mías. Ya sólo queda una hora y no quiero discutir más, aunque a veces sea muy divertido.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Un día cualquiera II

Para variar esto huele mal. Me propuse hacerlo todo bien hoy pero no ha podido ser. Le echaré la culpa al olor.

El reloj avanza, lento, pero avanza. Veinte minutos entretenido con alguien que no tiene nada mejor que hacer que hablarme, ayuda bastante. Lástima que los gritos me tengan de mala leche lo que queda de día.

Doy las gracias mil veces y gratifico a le gente por su amabilidad inexistente. Al menos, sin saber cómo, ya ha pasado casi la mitad del día.

martes, 30 de agosto de 2011

Un día cualquiera I

Empiezo con un corazón en la boca, me preparo para comenzar un día más.

Lo primero, reclinar el respaldo para ponerse todo lo cómodo que se pueda, que no es mucho. Me relajo con una lectura casi sectaria mientras veo a mis jefes pasando revista por los pasillos.

Repito nombres sin cesar y dieciocho minutos son los que pasan hasta que escuho el primer insulto y diecinueve hasta que sale mi vena cínica. Hoy ha tardado.

No se ha cumplido la media hora cuando surge la pregunta: "¿Cuánto nos queda para salir?". Y esto es sólo el principio.