Caminaba con el viento en contra. El aire movía todas aquellas piedras que marcaron mi rostro. Muchas de aquellas heridas nunca desaparecieron. Pero sabía que tenía que seguir hacia delante a pesar de los obstáculos.
Miraba hacia atrás cada poco tiempo para ver quienes continuaban tras mis pasos y el número iba disminuyendo. Y delante... ¿Quién me iba a decir que era yo el que continuaba los de otro?
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