Una vez te encuentras dentro de un vagón, tu espíritu de supervivencia se activa. Sabes dónde te has metido y sabes que tienes que llegar vivo a tu destino... Cueste lo que cueste. Y si eso implica soltar un codazo a ese tío que a buenas con la naturaleza ha tenido no ducharse esa mañana, tú se lo sueltas. Nadie va a impedir que cojamos nuestra pequeña parcela con aire para respirar.
Los sitios libres son artículos codiciados. El sitio te mira, tú le miras a él, y aunque hayas estado trabajando ocho horas sentado, sabes que le vas a ser fiel. Pero... El asiento te será fiel a ti? Qué ocurre cuándo dos o más personas también compiten por su amor? No nos peleamos abiertamente, sólo fijamos el objetivo e intentamos llegar antes que el contrario. Pero no queremos cualquier sitio, si puede ser el de una esquina mejor. Casos se han dado de personas que para sentarse en una esquina han ido de punta a punta teniendo asientos libres por todos los demás bancos. Si ya el sitio, además de en una esquina, tiene el sitio de al lado también libre, nos decantaremos por él.
El Metro aflora nuestros sentimientos más extrovertidos.
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