domingo, 14 de junio de 2009

Crónicas bajo mis pies

Como buen ciudadano, me gusta contribuir con el progreso, especialmente con el mío, y ya si hablamos del progreso económico ni os cuento. Y por eso un buen día decidí a ponerme a trabajar, pero no sólo lo decidí si no que hasta me puse y todo, y en un curro de los de verdad! Me dieron mi tarjeta personalizada (una tarjeta blanca con una etiqueta y mi nombre), ficho todos los días (echo un autógrafo en una hoja al lao de mi nombre), me identifican por un número en vez de por mi nombre... Un trabajo serio en toda regla.

Entre todas las cosas de las que podría hablar de ese maravilloso lugar me quedaré con algo tan despreciado como es la moqueta, por que sí, la moqueta aún hay gente que decide que es algo bueno para un sitio donde trabajan más de 400 personas.

Si fueras un objeto feo, sucio, pisoteado, infravalorado, el cual sólo recibe insultos y sobre el que se queja todo el mundo, cómo estarías? Durante meses pensé que la moqueta iba cogiendo diferentes tonalidades según el día y la época del año por la mierda que se acumulaba y los años que debe tener, ahora... Ahora veo que tiene sentimientos, además, en qué hora se me ha ocurrido pensar que en mi curro no la limpian? No es suciedad, es la moqueta que esta triste y llora... Llora barro, llora migas, llora pañuelos usados... Y así...

Habéis oído hablar sobre las carpas radioactivas del Retiro? Unas aprendices, si vieran a nuestra moqueta... Eso tiene vida propia... Literalmente. Cuenta la leyenda que hay ex-trabajadores del lugar, que un día la moqueta los atrapó bajo sus fauces y ahora conviven debajo de ella.

Pero qué es lo peor de todo? Qué tal y como están las cosas a día de hoy, encima hay que dar las gracias.

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