"No tengo ninguna duda en mi cabeza sobre ser bisexual, pero nunca saldría con una chica que fuera bisexual, porque eso significaría que también se ha acostado con hombres, y los hombres son tan sucios que nunca me acostaría con una chica que se hubiese acostado con un hombre".
Y ocurrió. Megan fue recluida en un internado. Rodeada de niñas desde los tres hasta los diecisiete años... y de monjas. El ambiente se adaptó a ella. Sus conversaciones de pequeña filósofa llamaron poderosamente la atención. Las mujeres de hábito, llevadas por la codicia, pensaron que esta personita podía aportarles muchos beneficios. Su belleza, a la par que su cerebro, haría de ella alguien poderoso. Sólo hacía falta enseñarle como.
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