La segunda historia fue escrita hace unos meses, y su publicación ya la tenía pensada para hoy, sin embargo no puedo hacerlo en mejor momento.
"La leyenda del electricista"
A los niños se nos educa mal. Se nos dice muchas veces que el día de mañana tenemos que ser alguien y que para eso hay que estudiar mucho, pero claro, no nos dicen el que. Perdidos vagamos por los colegios, intitutos, universidades... No sabemos que hacer. Rellenamos formularios, preinscripciones e inscripciones regulares. Pagamos tasas, títulos... Nos aseguramos mil veces de que aquello que hacemos tiene salidas laborales y se gana bastante, omitiendo las vocaciones. Sacamos la mejor de las notas, conseguimos beca en el mejor centro de estudios del mundo y somos el número uno en las oposiciones tras un máster.
Hemos encauzado nuestra vida de cara al mundo laboral. Ya sabemos que tendremos trabajo de por vida. No ganamos tanto como creíamos pero no nos podemos quejar porque como hay otros que lo pasan peor... Así que ahí estamos, dándolo todo. No hay día que no rindamos por encima de nuestras posibilidades. Si hay que echar horas, las echamos. No nos pillamos ni una baja. Y todo con una sonrisa.
¿Todo para qué? Un buen día aparece alguien salido de la nada que dice que es el hijo de no sé quién o se tira a no sé cuánto, el electricista. Sin esfuerzo alguno no sólo iguala nuestra categoría si no que la supera rápidamente. Ya no somos los mejores, pasamos a ser trabajadores del montón, despreocupados. Hemos chocado de bruces con la realidad. Somos consecuentes con lo que hay, sabiendo que de poco sirve lo que hagamos si no eres "alguien".
Perdemos la fe muy pronto, viendo que nuestro sudor no es ni merecedor de una palmadita en la espalda. Y es así en casi todas partes, hasta a pequeña escala. ¿Quién quiere esforzarse cuando hay un gran dedo que lo dirige todo?
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