Última publicación del año. Feliz salida y entrada de año a todos, ¡y ya nos vemos en el siguiente!
“Me molesta tener que probar que no soy retrasada mental.”
¿Con quién te comunicas a los cuatro años en un internado sólo de chicas y de monjas? Nadie no podía ser la respuesta, las monjas no eran dignas de su confianza, y las chicas mayores huían de ella envidiosas... Con niñas de su edad.
Megan sintió por primera vez la frustración de explicarse con total claridad, o sin ella, de usar cualquier tipo de lenguaje y que aún así no se hiciera entender. Años después justificaba esto bajo la premisa de que se dirigía a niñas que no habían cumplido los seis, pero no sabía porque se repetía la experiencia con gente que cuadruplicaba esa edad como mínimo.
Sola rodeada de gente. Incomprendida. Ser bella e inteligente le estaba sirviendo de muy poco, aunque todavía no era consciente de lo que la podría ayudar. No tenía grandes aspiraciones, sólo quería dejar de actuar ante las monjas. Recordaba una vida mejor antes de llegar al internado, pero tampoco comprendía porque sus padres la habían hecho eso. El rencor que iba acumulando hizo que su inteligencia quedara cegada. Megan no razonó el problema, sólo lo identificó.
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