Empiezo con un corazón en la boca, me preparo para comenzar un día más.
Lo primero, reclinar el respaldo para ponerse todo lo cómodo que se pueda, que no es mucho. Me relajo con una lectura casi sectaria mientras veo a mis jefes pasando revista por los pasillos.
Repito nombres sin cesar y dieciocho minutos son los que pasan hasta que escuho el primer insulto y diecinueve hasta que sale mi vena cínica. Hoy ha tardado.
No se ha cumplido la media hora cuando surge la pregunta: "¿Cuánto nos queda para salir?". Y esto es sólo el principio.
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