Tras años viendo como me iban saliendo arrugas de gestos, con unas ojeras que predicen lo peor o con esa tripita que ya no era tan ita, abracé la metrosexualidad.
Todo comienza con una visita al Mercadona con una mujer. ¿Sabíais que los productos de maquillaje que tiene son buenos? Yo no tenía ni idea, pero ella sí. Y siguiendo su consejo, me compré un corrector de ojeras. Hacía como quince años o así que no me veía sin ellas, era rarísimo.
Poco después, por una oferta del Decathlon, me compré un juego de pesas, y eso y vídeos del youtube hicieron el resto. En unos meses empecé a perder la tripa e incluso a ver mis brazos con los músculos definidos.
Una cosa llevaba a la otra. Compré cremas antiarrugas. Conseguí deshacerme de todos los puntos negros de mi cara. Me hice un corte de pelo que me da vergüenza decir lo que me costó. Me puse mechas. Me compraba la ropa donde todo el mundo... ¡Uff!
No me di cuenta de que esto suponía un problema hasta hace unos días cuando vi que había quedado para ir a un concierto de Coldplay. ¡Pero si yo odiaba a Coldplay! Ahora llevo unos días tirado en el sofá haciendo lo mínimo posible y sin quitarme el pijama como rehabilitación. He escondido todos los productos que me compré por los armarios del baño y ya no me afeito todos los días. No sé si algún día dejaré de echar de menos las cremas hidratantes.
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